Quisiera añadir al ranking de películas del 2011 tres joyas que por diferentes motivos no mencioné abiertamente en los anteriores artículos del blog. Evitaré darles un número para no tener que modificar lo que ya está escrito, y por lo tanto que cada cual las sitúe en el lugar que crea que se merecen.
L’Illusionniste
Película de animación basada en un guion del mismísimo Jacques Tati que al parecer había escrito para su propia hija, y que por diferentes causas nunca pudo llegar a rodar. Realizada por los responsables (sobre todo Sylvain Chomet) de otra maravilla llamada Les Triplettes de Belleville la película se erige como un verdadero homenaje al genial actor y director francés, a sus gestos, a su mirada y ante todo a su capacidad para arrancar al mismo tiempo la risa y la emoción al espectador más frío y exigente. Su historia, la de un mago en declive que recorre el mundo tratando de ganarse la vida con un espectáculo anacrónico para los tiempos en los que discurren los acontecimientos, y su relación con una joven soñadora y las gentes de una variopinta región escocesa se usa aquí como excusa para resucitar al verdadero mago -del cine- que fue el creador de obras como Mon Oncle o Play Time. Bendecida por la propia familia de Tati, que inicialmente no veía con demasiado buenos ojos el proyecto, la obra despierta la ternura y la complicidad del espectador en un casi constante silencio, del mismo modo que lo conseguía el propio Tati con sus películas con actores reales. Artesanal en su (re)creación e ingenua pero certera en su intención, este film logró emocionarme como el que más en este 2011 por su amplio repertorio de momentos mágicos y enternecedores sin nunca jamás caer ni en la vulgaridad ni en el sentimentalismo barato. Perdérsela es una auténtico crimen, igual que pensar que por ser una cinta animada tiene menos valor que cualquier otra. La orfebrería y la arquitectura manual se imponen en la sorpresa más preciosa de la temporada, y planta cara a la mejor de las películas de Pixar. Contempladla, disfrutadla… y ya diréis.
Animal Kingdom
(no mencionada en los anteriores posts porque creía que era del 2010 y porque no la vi en el cine)
Animal Kingdom es una bala disparada al estómago de la incomodidad, y constituye un retrato terrible y despiadado de una familia (des)estructurada en torno al crimen y a la influencia de varios de sus miembros. Las bestias salavajes que campan por el relato de sus acciones, devoradoras de cualquier indicio de humanidad que ponga en peligro los mandamientos que rigen su código de conducta, entran en crisis por la participación en sus acciones de un elemento interno que desvaloriza y debilita el poder adquirido con los años por la manada y sus dos líderes: una madre de una maldad casi hipnótica que solo puede actuar desde un mal que ya no controla y uno de sus hijos, el más terrible criminal que ya actúa como cabeza de familia. Ambos personajes completan una de las parejas más inquietantes y enloquecidas vistas este año siempre desde la contención y la sobriedad del trabajo de los actores que les insuflan vida. En el desarrollo de los acontecimientos, ambos personajes se esmerarán para mantener el equlibrio de una situación ya desequilibrada que pondrá en jaque toda la arquitectura de semejante tela de araña de la maldad creada por todos durante años y años desde la podredumbre y la insalubridad más perversa. El enfrentamiento entre ellos y aquel elemento -distorsionador- y la capacidad del director de la cinta se unen para transmitirnos el mal rollo más enfermizo y desesperanzador que uno se pueda imaginar. Sin grandes aspavientos, ni necesitada de un ritmo frenético o de una exageración en las interpretaciones, Animal Kingdom se consagra y eleva a su responsable, el australiano David Michôd a los altares del cine con una película que no se olvida fácilmente. Tremenda, dura y poco recomendable si se quiere disfrutar de una velada agradable, a no ser que seas un devorador de cine sin concesiones. Salida de las entrañas del resentimiento y de lo retorcido de sus personajes, debe verse más de una vez para apreciar todos los matices que encierra. Quizás la película que más duro me ha impactado en todo el año.
A separation (Nader & Simin)
(no mencionada porque no la había visto aún)
Una maravillosa experiencia cinematográfica no tiene porque estar separada de una satisfactoria transmisión de valores o ideas, del mismo modo que ese hecho no tiene porque dar como resultado una obra moralista o maniqueísta. Es el caso de la película de Asghar Farhadi, A separation, que logra esa comunicación y además da un golpe sobre la mesa ante los prejuicios que pueden llevar al público a no ir al cine por tratarse de una película alejada inicialmente de nuestra experiencia cinematográfica por su lugar de origen. La ganadora del oso de oro a la mejor película y de los osos de plata a las interpretaciones masculina y femenina de la Berlinale del 2011 construye a través de un relato cinematográfico narrado de la forma más clásica un artefacto demoledor que patea inmisericorde todos los preceptos de la cultura, la religión musulmana y sus preceptos contradictorios, el conservadurismo, la intolerancia y la división de clases iraníes pero nunca tan solo desde la condena, sino desde la reflexión. La incapacidad para poder escapar al blanco o negro -sin matices- de las acciones de los personajes durante la película exaspera al espectador que se pregunta por qué no pueden detenerse los acontecimientos y sus protagonistas para reflexionar sobre lo acontecido y buscar la solución más tácita y racional. El miedo, el terror a la equivocación y al castigo moral y divino es aquí uno de los elementos que determina las acciones de los personajes, que hacen equilibrios para tratar de actuar desde su lógica y a la vez de no escapar a una normativa que impera en cada una de sus vidas, en cada una de sus decisiones. A separation describe lo que ocurre cuando unos y otros, seres humanos con sus conflictos y problemas, tratan de (sobre)vivir enmedio de una serie de condicionantes que aquí se llaman de un modo pero que en cualquier otro lugar se llamarían de otro, y cómo ese intento se torna una pesadilla cuando se produce una situación inesperada que pone en peligro todo lo que se es y se ha logrado, sea mucho o poco. Y ese es otro de los grandes aciertos de su guión: que no hay buenos ni malos, ni nadie ni nada a quien culpar más que a los seres humanos y sus contradicciones. La película trata además temas sociales y se convierte en un arma de doble filo que analiza por un lado las contradicciones de un sistema de vida y de funcionamiento social y estamental y por otro muestra una realidad que a veces parece “tapada” por una cortina de humo de acontecimientos más superficiales pero más llamativos a nuestros ojos occidentales. Es una cinta que habla de Irán y desde Irán y que cobra sentido en ese espacio concreto, pero sería un error creer que tan solo es una historia que trata de mirar de forma crítica ese mismo espacio, porque en el fondo, la mirada es hacia el ser humano y sus contradicciones, y de eso sabemos todos bastante estemos donde estemos y vivamos en el lugar que vivamos. Un acierto total que me recordó a otra cinta de hace unos años, 4 meses, 3 semanas y 2 días (ver aquí artículo completo https://xfar.wordpress.com/2008/03/17/4-meses-tres-semanas-y-dos-dias-l%e2%80%99asfixia-de-la-narrativa-de-la-calma/), por lo que de ambas uno se lleva a casa: una sesión de cine magnífica y una reflexión en forma narrativa de una realidad muy diferente a la nuestra.